jueves, 30 de julio de 2009

Cuento, parte 2

IV

Saben que no estoy enferma. Saben que no es tan simple como abrir la puerta, que la pared es un muro, que voy a quedarme. Saben que no hay vuelta atrás. Deben haberlo sospechado cuando vieron los objetos en el suelo de la sala. Y las gavetas abiertas. Mamá dejó un plato de sopa y algo de arroz en la puerta. Tiene miedo de que no quiera comer. He escuchado sus pasos ir y venir por el corredor durante horas. Murmuraba cosas que no pude entender. Papá, imagino, estaba sentado en el comedor, meditando. Como siempre, ausente.


V


No se oye nada. Salvo el ruido metálico del ascensor, o el temblor de la heladera. El calor es agobiante, pegajoso, pero me gusta. Estoy recostada sobre el tatami, cabeza arriba. El aire entra sin dificultad en mis pulmones. Respiro hondo. Miro por la ventana. Por encima de las copas de los edificios, de las antenas, de las luces de los departamentos; por encima, brillan las estrellas. Miro ese trocito de cielo. Muchas de esas luces murieron ya hace tiempo. Y sin embargo, están ahí. Ese cielo y esas estrellas, que son sólo míos. Desde ningún otro punto del planeta pueden verse igual que aquí, en mi habitación. Son míos. Todo lo que quiero tener.


VI


Amanece. Doy la vuelta sobre el futón. Extiendo las sábanas sobre mi cabeza. Intentaré dormir.


VII


Hoy, no sé por qué, encendí el televisor. Lo primero que me sorprendió fue el reloj, en la esquina superior de la pantalla. 2.25 am.. Y al instante, los recuerdos. Volví a ver gente, corriendo ante mis ojos, gente en la que ni siquiera me había fijado antes. Gente que todos los días viajaba conmigo, o tomaba mis clases. Gente por la calle, en los negocios. Gente sonriéndome. Gente que no me veía. Gente que no quería verme. En cámara rápida, invadiendo mi habitación. Mis padres, mis profesores, mis amigos del colegio primario. Corriendo, frenéticamente. Hacia sus trabajos, hacia sus estudios, hacia sus compras, hacia su futuro. Hacia esa vida que los esperaba desde que nacieron. A tomar las decisiones que ya otros habían tomado por ellos. Desesperados, furiosos, alegres, apáticos, tristes, desenfrenados, deprimidos, enamorados, angustiados, ilusionados. Gente para la cual las 2.25 am. es la hora de soñar, de mirar el techo oscuro, de llorar contra la almohada. De esperar el día siguiente. Gente entrando por mi puerta, echándose por la ventana. Gente que quiere que los obedezca, que los escuche, que cumpla con sus expectativas. Que estudie, que me haga cargo de la farmacia, que me case, que tenga hijos, que prospere, que avance. Me lo piden a los gritos. Tiran de mis ropas, de mis cabellos. Destrozan mis sábanas. Gesticulan. Y yo no puedo escapar. Me bloquean la salida. Cada vez son más, rodeándome. Lloro, les pido que se vayan. Por favor, por favor. Pero ellos no ceden. Cada vez me aturden más...

Creo que me desmayé.





Sobre el proceso de escritura (para los que ya leyeron la parte 2)

Realizo aquí una breve reseña de lo que ha sido el proceso de escritura de esta segunda parte. Primero, puedo aislar los elementos que necesito para escribir:
- Música
- Estar sola, o con gente que no habla, o con poca gente.
- Concentración
- Y un poquito (chiquito) de inspiración.

Debo admitir que me fue más fácil escribir ya teniendo el comienzo hecho, no empezar de cero. La parte IV tiene que ver con una sensación que tuve al leer los textos informativos sobre los hikikomoris, que hablaban de los padres en relación con la causa del encierro, pero los olvidaban cuando hablaban del encierro mismo. Imaginaba también la angustia de esos padres...
La parte VIII la escribí porque pensé que aunque uno se encierre, la gente y las cosas que no quiere ver están ahí de todos modos. Justamente porque esa gente es la causa del encierro, está presente, aunque se intente aislarla. Busqué una sensación de sofoco, inspirada básicamente por el cambio en la música que estaba escuchando - justamente, el hecho de que empezara una canción más alegre, me resultó angustiante -.
Por último, la lista de temas que usé:

- "Gravity" y "Love song" de Sarah Bareilles
- "The blower´s daughter" de Damien Rice
- "Quelqun m´ha dit" de Carla Bruni (creo que no se escribe así, mmm)
- "La vie en rose" y "My precious child" de Celine Dion
- "I fly" de Hayden Panettiere

Hasta pronto
Bel

lunes, 27 de julio de 2009

Bueno, acá va una primera parte del cuento ( en realidad, todavía no puedo precisar cuántas va a tener, voy viendo sobre la marcha ). Hay una palabra que me falta, y la parte III no está terminada, pero es lo que hay...
Bel



I

Sus pisadas no dejan huella en la calle gris. Son como marcas invisibles en el suelo, borradas por otros pies, por otros pasos. Ella camina. Mirando hacia delante. Hasta parece que nadie la tocara. Todos los que ríen, y empujan, y se abren camino le laceran los oídos con su risa. Pasan tomados del brazo; algunos llevan bebidas en la mano. Caminan a los tropezones, se dejan llevar por la inmensa corriente humana. Pero saben a dónde van. Ella prefiere no recordarlo.
Cruza la calle. El ruido es tan fuerte que parece compacto; una masa colorida en sus oídos, que, de tanta luz, no es posible escuchar. Sentagai bulle al ritmo de esos pasos. Las luces de los carteles, de los coches, de las vidrieras se reproducen en las miles de miradas que absorben la calle. El cielo es de un azul impenetrable, brillante y profundo. Da la sensación de que es imposible separar el cuerpo de ese todo inasible y abrumador, al que da forma, y que lo moldea. Los tristes son extranjeros, desterrados.
Cruza otra calle. Mira hacia abajo. A medida que avanza, deja atrás el hormigueo inquietante en el abdomen. Ya no se oyen gritos ni risas, sino el murmullo de las prendas imitando torpemente el movimiento de sus poseedores, el leve susurro de los pies dentro de los zapatos, una falda que ondea un instante detrás de su dueña. Y ella está vacía. Se siente tranquila porque sabía que ese vacío llegaría. Es momento de no pensar más. Ya no hay de qué preocuparse. La decisión fue tomada hace mucho tiempo, en silencio, irreversible. La decisión fue tomada por ella, y por nadie más. Por primera vez, sólo por ella...
Dobla en una esquina, y acelera el paso. En la puerta de un edificio, se detiene. La llave destraba la cerradura, y ella entra, como si fuera cualquier otro día. Cierra con cuidado, y se dirige al ascensor. Repite el ritual, por última vez. Pulsa el botón luminoso en la pared. No se ha dado cuenta de que el ascensor ya está ahí, esperándola. Desciende en el séptimo piso, y entra al departamento.
Todo sucede en pocos segundos. Abre la mochila y vuelca su contenido sobre el suelo. Una lluvia de llaves, papeles, y objetos pequeños y brillantes se precipitan contra el tatami. Las hojas se escapan de dentro de las carpetas, desgarrándose. Se dirige hacia la cocina, y abre todos los cajones, todas las gavetas. Todo lo que encuentra dentro de ellas desciende al fondo del bolso. Mientras vacía los estantes, en un segundo fugaz, se asombra de sí misma, cuando creía que ya no quedaba lugar para el asombro. Ese impulso inmediato, vivo, le es desconocido. Piensa que en otro momento jamás, jamás se hubiera atrevido... No lo entiende. No le importa.

II

Si abro los ojos, los últimos rayos de sol me atraviesan las pupilas. Parpadeo. Los cierro de vuelta. Pero hay algo en ese sol que se empecina en vulnerar mis defensas, y arremete contra mis párpados cerrados. Una especie de mancha bamboleante y anaranjada que danza en la oscuridad de mis ojos. Hay algo de maravilloso en poder pensar en eso, y sólo en eso. O en la mano que descansa a medias sobre el futón, a medias sobre el tatami. O en estas ganas eternas de dormir.

III

Las sombras relucen en este cuarto -----. Se alargan por encima de los espacios cubiertos, de las otras sombras. Esta oscuridad, que se enreda sobre mi cuerpo. Esta oscuridad, que es una continuación de mis oscuridades, de ese espacio en mi mente, que palpita, en silencio, aguardando.


Esto es lo que hay hoy. Como aclaración, Sentagai es una calle muy transitada de Tokio, donde hay muchos negocios, y que atrae especialmente a los jóvenes. Pasan miles de personas por día por ese lugar. La palabra de ---- todavía la estoy buscando.
Hasta la próxima
Bel

domingo, 26 de julio de 2009

Perdidos en Tokio

He vuelto. Comento muuy brevemente lo que sucedió en estos días de alejamiento de la computadora.
El miércoles me senté ante la hoja en blanco del word y comencé a escribir. Puse música baja y decidí seguir tu consejo, Claudia, y "lanzarme". Miré muchas fotos de Tokio - incluyendo un enredadísimo mapa de los subterráneos de la ciudad -, terminé de leer el material, y dejé que las manos fueran y vinieran a su antojo sobre el teclado durante poco más de una hora, hasta que sentí que llegaba a mi límite. Escribí la mayor parte de la introducción, y le pedí a mi mamá y a mi hermano que la leyeran. Afortunadamente, ninguno profirió un grito de espanto, de modo que, sintiéndome bastante satisfecha, decidí abandonar la empresa por el resto del día. Pero durante el resto de la semana estuve mal anímicamente y no quise volver al texto, para no sumergirme nuevamente en la tristeza del personaje (soy consciente de lo exagerado que suena, pero es la única manera en que puedo escribir, al menos ahora).
Pronto publico lo que llevo escrito hasta ahora.
Bel

martes, 21 de julio de 2009

Disgresiones (conmigo misma)

Llueve a cántaros y hoy, otra vez, no voy a escribir (ayer porque era el día del amigo). Pero pronto. Me queda poco y nada para terminar el libro de Duras. Y me puse a pensar en lo que voy a escribir. Es como si estuviera preparando un personaje para teatro. Mi profesor siempre decía que no hay que ser el personaje, sino encontrar algo - una emoción, un sentimiento, una duda - que nos ayude a entenderlo. Y creo que eso está. Hay cosas que pienso hace mucho y vuelven a mí. Esa línea tan delgada que divide la vida y la muerte (tan increíblemente parecida a la que cortaban las ancianas griegas), y esta vorágine del tiempo que corre, y esta obligación o necesidad de elegir siempre lo correcto - o lo mejor -, y la sensación de que uno puede estar rodeado de gente y solo, y que querer no siempre es querer y nada más. La sensación de que, por un instante, uno está despegado de todo. Creo que es eso.
Me cuesta pensar que lo que en un libro definen como "cultura de la vergüenza" es la vida de mucha gente, el contexto (si no es algo interior) en el que sienten y actúan. A veces dudo poder asir todo.
Espero que sí.
Belén

domingo, 19 de julio de 2009

Información para extranjeros

Bien, me apresto a compartir - parte de - la información que poseo hasta ahora (todo sería demasiado):

El ministerio japonés de Salud, Trabajo y Bienestar Social, define a los Hikikomoris como individuos que se resisten a abandonar el hogar de sus padres y se aíslan de la sociedad por un período que excede los seis meses. El período varía dependiendo de la situación y de la persona, pero en casos extremos, pueden pasar en sus cuartos más de diez años (hay un caso de un hombre que pasó 30 años encerrado, desde los 15 hasta los 45).
La mayor parte del los hikikomoris son varones, y primogénitos. En las últimas dos décadas, se produjo en Japón una alarmante caída de la natalidad, con muchas familias que optaron por tener sólo un hijo. Al darse esta situación, la presión sobre estos chicos es inmensa.
Japón es un país que no cuenta con variedad de recursos naturales, de modo que la industria se ha desarrollado mucho, y el estudio es la manera de "hacerse un lugar" en una sociedad hipercompetitiva. En un país donde fracasar no es una opción, las presiones comienzan para los niños ya en la escuela primaria. Pero el punto álgido se da en el ingreso a la universidad. Las universidades más prestigiosas son las universidades públicas de las metrópolis más importantes; entre ellas, la principal es la Universidad de Tokio. Para ingresar a las unviersidades, los jóvenes deben dar dos exámenes, uno nacional, y otro proveniente de la universidad a la que desean ingresar. Estos exámenes son increíblemente exigentes. Los aspirantes pasan cerca de un año preparándose previamente, y la mayoría no logra su meta. La entrada a la universidad es tan importante porque la mayor parte de los trabajos se dan en relación con el nombre de la universidad en la que se haya estudiado, y no en base al desempeño. La mayor parte de los jóvenes que no logran entrar, pasan un año preparándose nuevamente para el exámen, y algunos no logran ingresar hasta al séptimo intento.
A nivel social y familiar, Japón posee una "cultura de la verguenza", donde la imagen pública es extremamente importante. En una sociedad que ha desarrollado su tecnología a altísimos niveles, muchas veces ésta suple la comunicación familiar. En la familia japonesa, la relación entre la madre y el hijo es denominada amae, que significa que hay un lazo de por vida entre madre e hijo, donde el hijo seguirá dependiendo emocionalmente de la madre. El padre no es considerado responsable de la crianza de sus hijos, y usualmente no hay una comunicación fluída con ellos, ya que, además, el padre pasa muchas horas trabajando y fuera de la casa. Además, el crecimiento económico posibilita que muchos jóvenes sean "mantenidos" por sus padres, aún entrada la adultez.
Muchos jóvenes comienzan a no poder soportar las expectativas que se sitúan sobre ellos, y su modo de rebelarse - a diferencia de los jóvenes de los países occidentales, que pueden comenzar con trastornos alimenticios, unirse a una "gang", etc - es encerrándose en sus cuartos, y negarse a tener contacto con el resto del mundo.
Las señales precursoras de que un jóven va a tomar la decisión de encerrarse tienen que ver, en general, con el abandono de la escuela, donde muchos de ellos son burlados y tienen pocos - o ningún - amigos. Los hikikomoris tienen mayoritariamente entre 15 y treinta años, y pasan su tiempo encerrados en alguna de las habitaciones de sus hogares. La mayoría de ellos son varones, y fueron alumnos brillantes que se hartaron de las exigencias de su entorno. Además, algunos sienten que no hay nada que deseen hacer en su vida, y prefieren encerrarse antes que salir y arriesgarse a fracasar. Duermen cerca de doce horas por día, y se mantienen despiertos durante la noche. Muchos de ellos tienen su único contacto con el mundo exterior a traves de la TV, los videojuegos y los manga; aunque también hay algunos que no poseen ninguno de estos objetos, y pueden pasar horas y horas con los ojos fijos en la pared, sin hacer nada. Algunos adoptan comportamientos obsesivos o depresivos, y hay otros que acaban suicidándose o llevando a cabo acciones de violencia - por ejemplo, hubo un hikikomori que mantuvo secuestrada a una jóven durante 9 años; u otro que subió a un colectivo y asesinó a varios pasajeros -. Es común que haya hikikomoris que salgan de sus hogares cada tanto, de noche, y compren comida u otras cosas en los konbini -especie de multiservicios abiertos las 24 hs -.
El hecho de tener un hijo hikikomori es considerado un motivo de verguenza, y los padres suelen ocultarlo incluso a sus familiares más cercanos, y rehusarse a buscar ayuda. Cuando finalmente lo hacen, es una ardua tarea reincorporar al hikikomori a la sociedad, ya que en su tiempo de encierro pierde la mayor parte de sus habilidades sociales, y, obviamente, no poseen estudios ni experiencia laboral, lo que les dificulta insertarse en el mercado.

En fin... tengo mucha más info, pero creo que esto es suficiente para entender el fenómeno de un modo más claro.
Au revoir...
Los mantendré al tanto, Bel

viernes, 17 de julio de 2009

Datos

Reportándome a la base. Esta semana avancé menos de lo que supuse iba a avanzar. Nada puedo hacer ya. Estoy leyendo el texto de Simmel... interesante, aunque aún no llegué a la parte más relacionada con mi trabajo. No pude encontrar mucho sobre Caicedo, pero perseveraré en la búsqueda.
En cuanto a M. Duras, estoy en proceso de lectura con "El amante". Entrando en subjetividades, el libro me gusta mucho; en especial su modo de escribir - me gustaría poder comparar este libro con otros de ella -. En cuanto al trabajo, me dio muchas ideas. Hay un fragmento, donde ella dice ""... Parezco lo que quiero parecer (...), puedo convertirme en lo que quieren que sea. Y creerlo. (...) En cuanto lo creo, se convierte en realidad para quienes me ven y desean que sea de una manera acorde con sus gustos, también lo sé.". Me parece una frase muy consonante con ciertas cosas que he leído acerca de la cultura japonesa moderna, la exigencia de ser algo o no ser nada, la presión de cumplir con las expectativas de todos. Estoy, además, investigando la ciudad de Tokio, y leyendo un libro llamado "Japan´s changing generations", que habla del cambio social que se produjo en los jóvenes luego de la segunda guerra mundial.
Prometo información en concreto sobre los Hikikomoris en el fin de semana.
Arrivederci!
Bel

domingo, 12 de julio de 2009

Arrepentimientos, set-backs y Hikikomoris

Hola otra vez. Grandes cambios en el trabajo. El jueves, apenas terminé de editar la entrada, sentí el fuerte impulso de borrarla. Tenía una idea un poco más definida en mente, pero no la incluí porque comencé a dudar. Es verdad que había juntado mucho material, pero sentía que faltaba algo (debo admitir que el post, igualmente, no era muy optimista). En fin, comencé a angustiarme... todo lo que hace un par de horas había tenido por seguro tambaleaba. Creo que mi problema tuvo que ver con que elegí de un día para el otro - ante la inminencia del bendito jueves y la publicación del post - entre un montón de ideas que tenía, y sólo me limité a las opciones que me parecieron más obvias.
Me fui a acostar, y no podía dormirme, cuando me acordé de una nota que había leído en la revista Viva hace un par - bastantes - de años. El tema siempre me había llamado la atención, pero ninguna de las personas con las que lo había comentado parecía recordar la nota, y me miraban como si estuviera loca. Había estado investigando a la tarde sobre la segunda guerra mundial, sus consecuencias, etc., y había leído bastante de Japón. Y por esa especie de asociación libre extraña que hacen nuestras mentes a veces, recordé la ya mencionada nota, que hablaba de los Hikikomori. Los Hikikomori son un grupo de jóvenes - por no decir toda una generación, ya que son más de un millón - que, debido a las presiones que se ejercen sobre ellos a nivel académico y a la falta de comunicación que padecen en sus hogares, decidieron encerrarse en sus cuartos y no salir, algunos por más de nueve años. Los motivos se pueden entender si uno estudia el contexto, digamos, la sociedad japonesa post-moderna, que es precisamente lo que estoy haciendo ahora. Encontré cantidad de libros y reportajes sobre el tema en Google books, y actualmente ya he leído bastante. Me parece realmente muy interesante, y pienso ahora escribir un cuento sobre eso. El salto de la guerra (un territorio en el que, digamos, me sentía mucho más cómoda) a Oriente es enoooooooorme, pero me permite trabajar el tema del encierro, que me interesa particularmente.
Sigo pensando en escribir con ciertas condiciones que mencioné en mi post anterior - la música, en este caso -, y voy a buscar el libro "La hora 25" para leerlo de todos modos (porque tengo otra historia que imagino voy a escribir más adelante, relacionada con el tema).
En fin, creo que ahora sí estoy decidida - igual, desconfíen hasta que publique parte del cuento, jaja - y más entusiasmada. Si alguien conoce algún buen libro que trate sobre el tema del encierro, por favor menciónelo, que me va a servir mucho.
Arrivederci!
Bel

jueves, 9 de julio de 2009

Acercamiento al cuento

El comienzo es siempre lo más difícil... pero por algún lado tengo que empezar. En este caso, va a ser por mi desorientación. Hoy estoy de un humor medio confesional, así que voy a intentar ser lo más suscinta posible - advierto desde ahora que sé que voy a fracasar estrepitosamente, porque cuando uno tiene ya el desorden en la cabeza es muy difícil que las palabras, tan rebeldes de por sí, se ordenen en el papel -. Mi desorientación tiene que ver con un eterno problema del que padezco; consistente en que las ideas vienen a mí como abejas a la miel, y, como son tantas, y algunas están disfrazadas de otras ideas, terminan en una especie de limbo digital, consistente en un documento de Word donde consigno cualquier cosa que se me cruze por la mente y me parezca factible de convertir en una historia.
Durante estas últimas dos semanas, mentras intentaba infructuosamente descansar y "desconectarme"; personas, personajes y situaciones deambularon por mi cabeza en un tráfico confuso y anárquico, exigiendo atención y desvaneciéndose a los pocos instantes. De modo que me pregunté de qué cosa(s), entre tanta confusión, podía estar segura. Y, al menos una, surgió casi de inmediato: voy a escribir ficción. De eso estaba segura incluso antes de saber de qué trataba el proyecto. De modo que ficción. ¿Algo más, señorita? Sí, voy a escribir sobre la guerra. Es el territorio que más me interesa. Así que sobre eso tampoco hay dudas. Se aclara el panorama, en varios sentidos. La viejita, los guionistas, el cartero... todos esos personajes tendrán que esperar.
Cuando me propuse escribir sobre la guerra, comencé a recordar "cosas" que había visto u oído últimamente en relación con este tema. Vino a mi mente - ¡Era inevitable! - Chaplin, con su Gran Dictador. Y fue entonces que recordé una película que había visto con mi mamá, robándole tiempo a Historia, sobre la segunda guerra mundial. Se llamaba "Amén", y trataba la historia de un oficial de las SS y de sus intentos - con la ayuda de un cura cercano al Papa - por que el Vaticano se declarase en contra del exterminio Nazi. Era muy buena -aunque no sé si eso viene al caso -, y me dio otra perspectiva sobre la historia.
A nivel de las lecturas, descubrí por casualidad en la casa de mi abuela un libro con las obras más "importantes" de Arthur Miller. Lei primero "Las brujas de Salem", que me fascinó... además, no creo que el tema sea tan distante de la guerra: la maldad humana, desgraciadamente, ha adquirido a lo largo de la historia diferentes y sutiles matices. Finalmente, leí la primera obra del libro: "Todos hijos mios". Habla de un hombre cuyo hijo murió en la guerra. Su esposa sigue esperando que regrese, porque el cuerpo no fue encontrado, y su hijo menor planea casarse con la antigua novia del desaparecido (Annie). Los problemas se presentan cuando se revela que Keller - el padre de la famila - fue enjuiciado junto al padre de Ann por vender unas bujías en mal estado que hicieron caer a veinte aviones. Keller está libre, y el padre de Annie fue preso. En fin, la obra trata sobre la responsabilidad civil y social, y la culpa. Actualmente estoy leyendo "Rojo y negro", pero, más allá del placer de la lectura, dudo que me sirva para esto.
Y a nivel de la música, escuchando canciones rescaté muchas frases que me dieron ideas nuevas. Además, voy a llevar adelante un experimento que vengo planeando desde hace tiempo, que tiene que ver con escribir con música, y ver cómo eso afecta a la redacción, al encadenamiento de los hechos, etc.. Por ejemplo, una "canción" que me parece totalmente gráfica de la guerra es la obertura de "La flauta mágica". ¿Pero qué pasaría si de golpe cambio y pongo "Revolution", de Tracy Chapman? Quizás nada, habrá que ver.
Mi idea es escribir varias historias relacionadas, pero aún no decido cuáles. Quiero decir, tengo muchos textos previos, pero no he pensado aún una historia que realmente me gustaría escribir. Apenas lo decida, lo voy a escribir acá.
Me voy despidiendo, y prometo que la próxima no voy a escribir ni la mitad de la mitad de la mitad de lo que escribí ahora... (dudo honestamente que alguien lo lea, pero tenía ganas de escribir). Si has sido tan valiente como para llegar hasta el final... felicitaciones, lamento no tener un premio a tu constancia más que mi sincero agradecimiento.
Hasta Pronto.
Bel