lunes, 27 de julio de 2009

Bueno, acá va una primera parte del cuento ( en realidad, todavía no puedo precisar cuántas va a tener, voy viendo sobre la marcha ). Hay una palabra que me falta, y la parte III no está terminada, pero es lo que hay...
Bel



I

Sus pisadas no dejan huella en la calle gris. Son como marcas invisibles en el suelo, borradas por otros pies, por otros pasos. Ella camina. Mirando hacia delante. Hasta parece que nadie la tocara. Todos los que ríen, y empujan, y se abren camino le laceran los oídos con su risa. Pasan tomados del brazo; algunos llevan bebidas en la mano. Caminan a los tropezones, se dejan llevar por la inmensa corriente humana. Pero saben a dónde van. Ella prefiere no recordarlo.
Cruza la calle. El ruido es tan fuerte que parece compacto; una masa colorida en sus oídos, que, de tanta luz, no es posible escuchar. Sentagai bulle al ritmo de esos pasos. Las luces de los carteles, de los coches, de las vidrieras se reproducen en las miles de miradas que absorben la calle. El cielo es de un azul impenetrable, brillante y profundo. Da la sensación de que es imposible separar el cuerpo de ese todo inasible y abrumador, al que da forma, y que lo moldea. Los tristes son extranjeros, desterrados.
Cruza otra calle. Mira hacia abajo. A medida que avanza, deja atrás el hormigueo inquietante en el abdomen. Ya no se oyen gritos ni risas, sino el murmullo de las prendas imitando torpemente el movimiento de sus poseedores, el leve susurro de los pies dentro de los zapatos, una falda que ondea un instante detrás de su dueña. Y ella está vacía. Se siente tranquila porque sabía que ese vacío llegaría. Es momento de no pensar más. Ya no hay de qué preocuparse. La decisión fue tomada hace mucho tiempo, en silencio, irreversible. La decisión fue tomada por ella, y por nadie más. Por primera vez, sólo por ella...
Dobla en una esquina, y acelera el paso. En la puerta de un edificio, se detiene. La llave destraba la cerradura, y ella entra, como si fuera cualquier otro día. Cierra con cuidado, y se dirige al ascensor. Repite el ritual, por última vez. Pulsa el botón luminoso en la pared. No se ha dado cuenta de que el ascensor ya está ahí, esperándola. Desciende en el séptimo piso, y entra al departamento.
Todo sucede en pocos segundos. Abre la mochila y vuelca su contenido sobre el suelo. Una lluvia de llaves, papeles, y objetos pequeños y brillantes se precipitan contra el tatami. Las hojas se escapan de dentro de las carpetas, desgarrándose. Se dirige hacia la cocina, y abre todos los cajones, todas las gavetas. Todo lo que encuentra dentro de ellas desciende al fondo del bolso. Mientras vacía los estantes, en un segundo fugaz, se asombra de sí misma, cuando creía que ya no quedaba lugar para el asombro. Ese impulso inmediato, vivo, le es desconocido. Piensa que en otro momento jamás, jamás se hubiera atrevido... No lo entiende. No le importa.

II

Si abro los ojos, los últimos rayos de sol me atraviesan las pupilas. Parpadeo. Los cierro de vuelta. Pero hay algo en ese sol que se empecina en vulnerar mis defensas, y arremete contra mis párpados cerrados. Una especie de mancha bamboleante y anaranjada que danza en la oscuridad de mis ojos. Hay algo de maravilloso en poder pensar en eso, y sólo en eso. O en la mano que descansa a medias sobre el futón, a medias sobre el tatami. O en estas ganas eternas de dormir.

III

Las sombras relucen en este cuarto -----. Se alargan por encima de los espacios cubiertos, de las otras sombras. Esta oscuridad, que se enreda sobre mi cuerpo. Esta oscuridad, que es una continuación de mis oscuridades, de ese espacio en mi mente, que palpita, en silencio, aguardando.


Esto es lo que hay hoy. Como aclaración, Sentagai es una calle muy transitada de Tokio, donde hay muchos negocios, y que atrae especialmente a los jóvenes. Pasan miles de personas por día por ese lugar. La palabra de ---- todavía la estoy buscando.
Hasta la próxima
Bel

3 comentarios:

  1. Lindo, lindo. Muy poético, creo que se percibe el fuerte trabajo de interiorización con las vivencias del personaje. Se me ocurre que quien no viene leyendo tu investigación sobre los hikikomoris no entendería qué está sucediendo. Tené eso en cuenta.

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  2. Emilia, efectivamente, pensé ayer antes de empezar a escribir la segunda parte que si alguien leyera el texto sin saber previamente de que se trata, quizás no lo entendería. Sin embargo, me parece más interesante ir revelándo la situación del personaje de a poco; veré la forma de hacer eso sobre la marcha...
    Gracias por el comentario
    Bel

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  3. sí!!!, me gusta el texto, sin explicaciones, centrado en el personaje, en su experiencia; es necesario considerar lo que plantea emilia, pero hay tiempo...

    excelente elección de narradores, desde la tercera persona que focaliza en ella (I) hasta la primera persona de la protagonista (II, III), ¿se van a intercalar?, ¿la tercera para lo que sucede afuera, la primera para su adentro?

    excelente el planteo del comienzo: arma un bolso, pero no para salir sino para encerrarse (esto lo sabemos vos y nosotras), la paradoja que Piglia encuentra en Chejov (Tesis sobre el cuento): nos extraña del lugar común de nuestras expectativas y entonces el texto se hace desafiante, qué pasa?, qué pasó, quién es?, qué va a pasar, qué le pasa?, etc.

    quiero más...

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